domingo, 26 de abril de 2015

La leyenda de los lobos continúa: ¡este equipo nunca se rinde!

Acudieron ayer los aficionados amarillicos al campo del líder, con la sensación de llegar al matadero. Se trataba de un partido intranscendente para la clasificación y que en función de cómo se desarrollase, podía suponer un pequeño tropiezo en la racha ascendente de los lezkaurianos, más en el aspecto moral que en el de los puntos.
Se preveía un planteamiento conservador por parte del míster, pero contra todo pronóstico el equipo no montó el autobús delante de su portería, sino que realizó una apuesta arriesgada en busca del control del juego y la posesión del balón. Así, comenzaron los nuestros mandando, manejando la pelota y moviéndose cómodos por el centro del campo, aunque el movimiento excesivamente horizontal de la pelota impidió plasmar el dominio de juego, en ocasiones de gol.

comienza el partido...

Los líderes, lo son por algo; no por casualidad. Así se pudo comprobar ayer en los Campos Nuevos de Doneztebe. Tirando de oficio y sin esfuerzo aparente, se plantó el actual líder en solitario del grupo 7, con un 2.0. a su favor al finalizar el primer tiempo. A partir de ahí y para desánimo de la afición amarillica, se asistió a un monólogo del equipo local, que nos llevó al 6.0 que campeaba en el marcador al terminar el tercer tiempo.

Pero las grandes leyendas no surgen de la nada, sino que se forjan a sangre y fuego, con mucho dolor y siempre ante la adversidad.

Cuando la afición amarilla que se desplazó a Doneztebe estaba ya entregada y lo veía todo perdido, cuando ya nadie daba un duro por sus jugadores, salió el Lezkairu a jugar el último cuarto como si le fuera la vida en ello.
Se colocaron los amarillicos el cuchillo entre los dientes y salieron a morder en cada jugada. Olvidando tecnicismos y florituras, a base de empuje y una presión asfixiante por todo el campo, tirando de furia y raza, disputaron la pelota al rival y lo embotellaron en su campo.
Se convirtieron los jugadores de banda en puñales afilados, aparecieron constantes desdoblamientos de los laterales a los extremos, los mediocampistas se lanzaron a rematar en el área todo lo que pillaran, ya fuese a ras de hierba o lo que cayese de las nubes.
Ante la incredulidad de la afición local, sembraron el terror en el equipo local, que se vió desbordado en todas sus líneas.
La afición visitante despertó de su letargo ante los arreones que veían en el campo y el último cuarto del partido se convirtió en un frenesí en el césped, mientras un alocado griterío surgió de la grada, que contagió aún más a los excitados jugadores sotiles.
Al fin, en una de esas arrancadas de furia, robaron la cartera a los centrocampistas locales, lanzando una contra endiablada con pase vertical a Iker, que llegando al borde del área cruzó el balón ante la salida desesperada del meta local.

Pero ¿quien dijo que fuese fácil, golear en este equipo?.

Ante la desesperación de la grada, el balón se dirigió llorando hacia la portería local, perseguido por dos delanteros del Soto y un defensa que se adelantaba en su lucha por el balón... Cuando parecía que éste la sacaba hacia el córner y ante el delirio de los espectadores, el pichichi amarillo se lanzó como si no hubiese mañana y se jugó el físico estirando la pierna entre los jugadores que lo apretujaban, para introducir el balón en la puerta y marcar el ansiado gol del honor, antes de caer al suelo acribillado de golpes.

Lo que vimos ayer en el campo, es la repuesta a la eterna pregunta:
- Papá, ¿porqué somos amarillicos?
- Por ésto, hijo mío... Por ésto...

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